CUENTO

                         La hija del Mago 

Era muy tarde y Sara no quería dormir. 
Rodeada por sus peluches sentía que era la hora de guardarlos en cajas. 
Hacía tiempo que se debatía entre conservarlos o dar el gran paso. 
Ya estaba grande para jugar con el que fuera su primer osito. 
Se lo había regalado su abuela antes de nacer. 
Tampoco jugaba más con las muñecas que tanto se había esmerado en cuidar. Se sentía con edad suficiente y por ello se quejaba, de que aún no le dejaban usar la computadora, a menos que fuera para estudiar. 
Observó sus juguetes durante largo rato hasta que se decidió. 
Tomó en brazos un peluche y se paró frente al armario. 
Armario que a pesar de sentirse grande, la atemorizaba. 
Suspiró hondo. Abrazó fuerte a los muñecos y lo abrió. 
Detrás de mucha ropa desordenada encontró una caja que era ideal para archivar sus chiches en desuso. 
La caja estaba cerrada pero sentía que la llamaba. 
“Abrime”- parecia decir la caja. 
Saltó del susto pero enseguida se rió de si misma. 
No recordaba qué podía contener. Ni como había llegado hasta allí. 
Dejó los juguetes en el piso y fue en busca de una tijera. 
Como era costumbre nunca encontraba nada de lo que precisaba. En esos momentos deseó ser más ordenada. 
Como tampoco era paciente, tomó un lápiz de su escritorio y comenzó a hundirlo con fuerza en la cinta que unía las tapas. 
Dentro estaba lleno de artículos de magia. Mazos de cartas. Pañuelos, sogas, libros de trucos y un objeto que desentonaba con el resto. 
Se trataba de un pendrive. Una memoria externa que solo podía revisar con una computadora. 
Sonrió como no lo hacia en mucho tiempo. Eran pertenencias de su padre mago. 
Recordaba muchos de esos objetos y otros se le revelaban por primera vez. Recordaba los trucos que su padre le hacia. 
Recordaba que siempre quería ver más magia. 
Una lágrima le recorrió la mejilla mientras tomaba la galera que había pertenecido a su padre y de la cual solía hacerle aparecer dulces, juguetes y hasta sus propios muñecos. 
Lo único que no encajaba con los objetos de la caja era el pendrive, que a esa altura era lo que más misterioso le parecía. 
En un segundo tomó prestada la notebook de la mamá, enchufó el pendrive y la carpeta se abrió con muchísimos archivos. 
Había canciones, documentos de texto y algunos videos. 
Se colocó los auriculares que estaban colgando de la silla e hizo click en una de las canciones. 
El reproductor tardo solo unos segundos para hacerla rememorar aun más a su padre. 
(Escanea el código o ingresá en el LINK y escucha la canción que reprodujo Sara)
Era la canción que utilizaba su padre en los shows cuando se presentaba bajo el nombre de Antoine LeRoi. 
Otra lágrima de emoción recorrió su cara. 
Recordaba con mucha ternura a su padre y a la vez con dolor por no entender que pasó. 
Su familia se limitaba a decirle que simplemente ya no estaba entre ellos. 
Los vecinos rumoreaban que había desaparecido en un espectáculo. Haciendo un acto de ilusionismo, el más arriesgado que se le conoció, simplemente desapareció y nunca nadie volvió a verlo. 
Pensar en ello la sumía en una profunda tristeza pero también siempre permanecía en su interior una luz de esperanza de volver a verlo. 
Entre los archivos encontró una imagen. Una caricatura de ella y su papá. Una que había utilizado su padre para hacer un rompecabezas. Recordaba haberlo armado muchas veces. Reviso la caja en busca de las piezas. 
Dispuso todas las unidades sobre la mesa y sonriendo lo volvió a armar después de tanto tiempo sin hacerlo. 
Siempre jugaba con su padre a ver quien lo armaba más rápido. 
(Escanea el código o ingresá al LINK y armá el rompecabezas. Mira la tabla de posiciones y fíjate si fuiste más rápida que Sara.)
Volvió a prestar atención a la computadora. Se detuvo en la carpeta de Taller de Magia y abrió el primer registro.
(Escanea el código o ingresá al LINK y mira el video de magia que vio Sara)
Se trataba de un video tutorial dónde su padre explicaba un juego muy simple que les enseñaba a sus pequeños alumnos. Eso la motivó. 
Pese a que había jurado no hacer magia desde la desaparición de su padre, ese primer video encendió una llama nunca extinta en ella. 
Miró todos los videos instructivos mientras ensayaba con los elementos a su lado. Desde el más básico al más avanzado. Se paso horas ese día, que luego se hicieron, días, semanas y meses. 
Todo ese tiempo practicó en secreto. Llego a hablarle a los videos de su padre como teniendo una conversación en vivo. 
Había crecido más rápido que nunca pero aun se sentía la hija del mago. 
De pequeña acompañaba a su padre a los shows para asistirlo. Cuando podía participaba en los actos ayudando. Los adultos aplaudían y reían por ternura más que por asombro. 
Temía no estar preparada para presentarse ante público. Pero sentía la necesidad. 
No quería que la gente terminara festejándole por pena, o por su corta edad. Ni mucho menos que la volvieran a llamar, “la hija del mago”. No porque no fuera un orgullo, sino por una necesidad personal de seguir adelante y abrirse su propio camino. 
Tardo tres años más en juntar el coraje y anotarse en un concurso de magia. Sabía que allí habría gente que recordara a su padre y por ello el desafío era doble. 
Detrás del telón, las manos le sudaban. La mandíbula le temblaba. Las manos las sentía pesadas. 
Veía con asombro y admiración a sus contrincantes, todos mayores que ella. 
De pronto anuncian su nombre. Era su turno. El corazón se le aceleró como nunca antes lo había sentido. 
Se presentó tímidamente. Sintió la mirada de todo el público observándola. Agacho un poco la vista y pensó en su padre. Recordó sus shows. Sus espontaneidades. Su locura arriba del escenario. Y sonrió. Levanto la vista y comenzó con su número. 
Sacó pañuelos y bolas de todos lados. Recibió aplausos e incluso risas donde se suponían deberían estar. Paso rápido su pequeño acto musical, pero al menos hasta allí, todo había salido según lo esperado. 
Tras una leve reverencia. Se dirigió al público y solicito la ayuda de un mago del jurado, al cual invito a subir al escenario. 
Era el turno de las cartas. Su máximo desafío. Era lo que más le costaba. Comento los pasos que seguiría y cual sería su objetivo. Lógicamente era adivinar la carta seleccionada. 
Sintió mayor presión ante la mirada calificada y escrutadora del jurado. Sus manos empezaron a temblarle levemente. 
Barajó nerviosamente las cartas. Entrego todo el paquete para que el mago las mezclara. Dio a elegir una carta mientras ella no observaba. El hombre mostro al público la carta para que quedara constancia. 
Luego lo invitó a devolverla entre el mazo. 
Tomó los naipes y volvió a mezclar nerviosamente haciendo que se caigan dos cartas al suelo. 
Quedó paralizada un segundo. Pensó que ya no habría forma de que saliera bien el truco. 
Cuando reaccionó levantó ambas cartas intentando no dar importancia y las coloco junto al resto. 
Terminó de mezclarlas y apoyó la baraja sobre la mesa. Era el momento de la verdad. Debía retirar una carta de la baraja. La correcta. 
Su destino dependía de ello. Dudosamente lo volvería a intentar si quedaba en ridículo. 
Pidió al mago que nombrase por primera vez en voz alta su carta. 
“AS de corazón” - dijo el hombre. 
“Chichin Potón” – exclamó Sara como palabras mágicas.
Y anunció que después de tanta mezcla haría subir la elegida hasta arriba del mazo. 
Pidió al hombre que tomara la primera carta y la diera vuelta. 
(Escanea el código o ingresá al LINK y mira el final que te toque al azar)
"NOTA: Luego del final que te toque, lee el epílogo que sigue a continuación"
EPILOGO: 

Sara, nunca volvió a ser la misma. Sintió la adrenalina de presentarse en público. Se sintió más cerca que nunca de su padre. Supo que un truco puede llegar a fallar, pero que la magia esta dentro de cada uno de nosotros. Supo que nunca hay que renunciar. 

A partir de ahora sería conocida cómo Sara, la maga. 
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